lunes, 17 de enero de 2011

¿UN DIAGNOSTICO PSICOANALITICO?

“La sexualidad es anormal porque no hay relación sexual. Freud se dio cuenta de que la neurosis no era estructuralmente obsesiva, que era histérica en el fondo, es decir ligada al hecho de que no hay relación sexual, que hay personas que eso les da asco, lo que así y todo es un signo positivo, que eso les hace vomitar.” (J. Lacan - Seminario 24)
Detengámonos por un instante en esta cita. La histeria, es con su deseo insatisfecho, una manera adecuada de decir la estructura anormal, displacentera de la sexualidad. Un malestar que acosa con demandas insaciables y satisfacciones libidinales conquistadas a las que no se quiere renunciar.
La histeria es modelo y en este sentido diagnostica, no a un sujeto sino, a la sexualidad.
Adelanto aquí una hipótesis y una pregunta: el sujeto del inconciente, pensado como lugar de enunciación, como vacilación, como presencia intermitente - por instantes - entre decires y dichos, este sujeto no es diagnosticable en los términos en que se piensa comúnmente al diagnóstico. ¿Habría otro diagnóstico posible?
Lo universal: el Esperanto
Si partimos con nuestra argumentación afirmando proposiciones universales sobre la histeria por ejemplo, este punto de partida nos impediría afirmar una existencia, es decir que no garantizamos por esta vía la existencia de aquello sobre lo que enunciamos. Porque las proposiciones universales, pueden enunciarse sobre objetos que no existen, (los unicornios por ejemplo) y sin embargo son lógicamente verdaderas. El objeto queda en suspenso, porque quien enuncia no se ocupa de verificar la existencia. Son proposiciones que en sí mismas rechazan alojar (a un) sujeto, porque impiden en su universalización la afirmación de una existencia singular.
Cuando hablamos de casos, de estructuras, de cuadros, ¿hablamos de una práctica generalizable, afirmando algún universo? Si la respuesta es sí, lo hacemos a costa de borrar las marcas subjetivas, la constitución singular.
“El nombre del Esperanto en el campo psicoanalítico, es el discurso psicopatológico en tanto no deja lugar para el sujeto. Cuando las llamadas estructuras clínicas dejan de nombrar posiciones del sujeto para señalar modalidades de la enfermedad psíquica, el Psicoanálisis empieza a transitar el venturoso camino de la ciencia, la cual tiene como marca indeleble de nacimiento, el rechazo del sujeto.
Enfermedad mental, patologías de borde, trastornos, diagnósticos en términos del ser son algunos de los eufemismos utilizados por el Esperanto psicopatológico. El eufemismo implica la suspensión de la función subjetivante, filiatoria de la lengua“. (de un trabajo inédito de D. Kreszes)
La psicopatología aparece como un intento de transformar la práctica analítica en una suerte de ciencia, en donde en las gavetas ya dispuestas entre todo lo que se nos presenta.
Entran enfermedades, cuadros, estructuras, pronósticos y advertencias. Objetos, que el sujeto - psicopatólogo - ordena según una sistematización, que necesariamente se funda en la psiquiatría aunque disfrazada con nociones de Psicoanálisis.
Intentamos desechar el confort que supone un analista observador, alejándonos de la sistematización. Nuestro deseo da lugar a la incoherencia de la experiencia, y al sin sentido de los desechos de la vida mental.
La idea misma de diagnóstico basada en reconocer una enfermedad, y describir sus signos, es discutible en el quehacer analítico.
Reconocer para reconocernos, describir para constatar - lo que ya sabemos - no son las coordenadas convenientes, que puedan crear las condiciones necesarias para iniciar un análisis.
El acta de nacimiento de un análisis es en este sentido, el momento en que el ahora analizante ha concluido en el tratamiento de prueba, que ya no hay los analistas sino “mi analista” - inicio de la transferencia -; cuando para el analista se diluyen los obsesivos, las histéricas, etc. ; deseando que un sujeto de ese análisis pueda llegar a advenir.
Un singular: el síntoma
“La única definición filosófica posible de la violencia es que ésta acalla toda nueva pregunta.”(Vattimo).
Entonces ¿cuál sería la función de un posible diagnóstico psicoanalítico?
1. Intenta “descifrar a qué conflicto viene el síntoma a dar solución “(Sara Glasman). El síntoma brinda alguna solución transaccional, - pero como toda solución - fallida. Por eso la consulta.
2. Escuchamos las satisfacciones e insatisfacciones que se cristalizan en el síntoma, y cómo habita el analista en su núcleo - motor del análisis -. Este desciframiento incluye al lugar del analista en el cuadro. Una mirada que no es ni objetiva ni subjetiva, sino que calcula la presencia del analista en el análisis que dirige. Recortamos y construimos “una diversidad clínica que no existe como dato previo.”( Lili Baños).
3. Tratamos de distinguir si estamos incluidos en un síntoma, o si escuchamos el relato de un acting out, o de un pasaje al acto. Esta distinción (¿diagnóstica? ) Nos posibilitaría interpretar o no interpretar.
No participo del presagio que adivina y conoce certeramente el futuro, anunciando que si interpretamos, tal cosa indefectiblemente le ocurriría al paciente.
(Amenazas que inhiben y paralizan a los nuevos analistas: Si es una pre - psicosis no interpreten porque brotarían a los pacientes.! )
Nos “posibilitaría interpretar o no”, significa que el encadenamiento significante lleva a veces, necesariamente, a la interpretación. No es que conviene o no conviene, que hay que prevenir o que hay que impedir. Insisto, la secuencia significante lleva, en la transferencia a que el analista, si escuchó, diga o que no tenga nada que decir.
En este sentido no decidimos interpretar, mejor dicho, es una decisión, pero una decisión sin agente.
Hay interpretación o no la hay. No hay buenas ni malas. Sólo hay o no hay. Si es una interpretación es porque habrá sido una interpretación. Si un discurso, en transferencia, precipita que por boca del analista brote una interpretación, es porque el devenir de las asociaciones ha llevado ineludiblemente a la interpretación. Analista no es el que dice todo lo que se le ocurre.
La estructura: lo que se sustrae
Sostener que hay una clínica de los goces, de lo real, de los bordes, de las psicosis, del fantasma, de la angustia, por fuera del devenir transferencial y con clasificaciones estancas, no deja de ser un intento de construir un muro frente a la angustia. Querer saber antes - de que estalle la angustia - lo imposible de saber.
Al definir estructuras con mecanismos pre - establecidos volvemos sin querer (¿sin querer? ) a una clasificación, que no podría dejar de ser psiquiátrica.
A cada estructura, le corresponde un mecanismo. (Una definición de ingeniero! )
Esta afirmación no puede sostenerse seriamente. En la neurosis no hay renegación o forclusión? En la perversión no hay represión o forclusión? En la psicosis sólo hay forclusión? Condenados a errar cuando nuestra argumentación se aleja de la referencia metódica al edipo, al enmarcar la constitución del sujeto en el complejo de edipo y el complejo de castración, nos es imposible reducir la complejidad de la constitución subjetiva a un mecanismo. Unificar, clasificar, universalizar, son los ladrillos del muro que cierra el camino a la sorpresa concomitante a las formaciones del inconciente y a los efectos de la interpretación.
Relacionar el síntoma a la estructura, pensándolo como un epi - fenómeno de una estructura oculta más allá de lo evidente y con consistencia propia, recuerdan los recursos usados cuando en otros tiempos, no muy lejanos, se apelaba a enfermedades de base pero con interminables listas de rasgos (obsesivos, fóbicos, etc.) que matizaban la uniformidad, intentando explicar así lo que no entraba (por suerte!) en las clasificaciones consagradas.
¿Es posible establecer posiciones subjetivas, que no se sostengan en los ”mecanismos propios” de cada cuadro por fuera de la transferencia y de la demanda de análisis? O ¿podemos concluir un diagnóstico singular e irrepetible para otros casos?.
Un diagnóstico que desarticule y enrarezca lo establecido, como la clasificación que inventa la Enciclopedia china - en “El idioma analítico de J. Wilkins” de J. L. Borges -, al dividir a los animales en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados c) amaestrados d) sirenas e) perros sueltos f) que se agitan como locos g) que acaban de romper un jarrón h) que de lejos parecen moscas. Que enuncie que se trata de un paciente hasta ahora psiquiatrizado (conclusión “diagnóstica” de una supervisión), o el que con este dicho ha finalizado su análisis y se acaba de retirar, podría ser alentador y causante de nuevos pensamientos, de algún acto creativo.
La tarea del bricoleur tal como la describe y la piensa L. Strauss podría orientarnos. “El bricoleur es aquél que utiliza los medios de a bordo, los instrumentos que encuentra a su disposición alrededor de él, que están ya ahí, que no habían sido concebidos especialmente con vistas a la operación para la que él hace que sirvan y a la que se los intenta adaptar por medio de tanteos, no dudando en cambiarlos cada vez que parezca necesario hacerlo, o en ensayar con varios a la vez, incluso si su origen y su forma son héterogeneos.
El bricolage es mito poético. En contraposición al discurso epistémico, el discurso estructural sobre los mitos, el discurso mitológico debe ser él mismo mitomorfo, debe tener la forma de aquello de lo que habla.
En cambio el ingeniero es lo que L. Strauss opone al bricoleur.”( J.Derrida. El subrayado es mío)
El diagnóstico, como el Psicoanálisis que prefiero, es más afín al discurso mito poético que al epistémico; más cercano al mitomorfo - “las pulsiones son nuestra mitología” - que al de las fórmulas. El discurso “sobre” el inconciente, debiera tener la forma de aquello de lo que habla, es decir, que no es “sobre”. No es con instrumentos concebidos previamente para la tarea, con los que construimos los casos, sino con afirmaciones singulares ad hoc, siempre dispuestos a revisarlas.
Si el problema es la relación del sujeto al deseo, a la falta siempre singular, sería conveniente que los analistas, dejáramos de lado los intentos de unificar el campo teórico encontrando nuevamente, en un gesto aburrido, lo que ya conocemos.
Entonces no reducimos la teoría a un denominador común, ni a una medida que exista por fuera de los analistas, como un elemento positivo.
Si afirmamos que la teoría es ad hoc, abierta incompleta y variable, el lugar que “unificaría” el campo de acción es nuestra práctica, entre resistencia y transferencia. (Entre heces y orina hacemos la teoría) . Sería el lugar que identifica al analista en tanto practicante del análisis.
La experiencia del inconciente, que es según Lacan dispersa, diversa incluso divertida, sería paradojalmente en su singularidad, la fuente en donde abreva la teoría, es decir, las teorías. Teorías que incesantemente retornan sobre la práctica sin terminar de cercarla, definirla ni comprenderla, manteniendo la necesaria tensión entre dispersión y unificación.
El tiempo
“El arte es una actividad imposible desde el punto de vista social, porque su tiempo es otro; siempre se tarda demasiado, o demasiado poco, para hacer una obra.”
R. Piglia
Esta idea de Piglia sobre el tiempo en el arte la podríamos transponer a nuestra práctica. El tiempo del diagnóstico, si lo hubiera, y el del análisis, también es otro. Suspendiendo las respuestas, abrimos en el tiempo del análisis las llagas que las preguntas llevan, abriendo tiempos de transformaciones y elaboraciones.
Creer que se poseen los instrumentos previos indica un intento de estar precavidos, de una anticipación que horada la posibilidad de dar tiempo a la instalación de la transferencia. Para acercar a un paciente al análisis se necesita tiempo, imposible de fijar de antemano en el inicio así como al final del tratamiento. El Psicoanálisis es una experiencia dialéctica, a través del discurso, en el que la diacronía de la interlocución coloca en un devenir problemático a lo que se quiera establecer como estabilidad de cuadros o estructuras.
Dejamos caer adrede y por ahora, las estructuras con sus mecanismos, y con ellos la exigencia de establecer un diagnóstico anticipado, proponiendo pensar cada análisis en función de:
a. las creencias. Cree en las voces, o no. Cree que el síntoma le dice algo, o hay increencia.
b. del saber. Tiene la certeza que en alguna parte se sabe lo que quieren decir esos signos. O se pregunta por quién sabe, o por si hay saber.
c.. de la demanda. Si demanda ser demandado
d. de la angustia . Si es del Otro.
e. de la fobia Si la pensamos como placa giratoria en la constitución de todas las neurosis.
f. del tiempo. Si se eterniza en el tiempo para comprender, sin concluir jamás.
g. del goce. Si es del otro, o del Otro (si existiera).
Una lista incompleta que incluyéndose a sí misma no resuelve, ni responde a nuestro interrogante, y no clausura otras perspectivas posibles. Sin embargo, podría tener la virtud de inquietarnos en nuestra práctica cotidiana, abriendo cuestiones que si las damos por resueltas cristalizan un hábito - con el que vestirse - en el que los analistas nos reconocemos.
La práctica analítica tiene la riqueza y la creatividad que podemos encontrar en el tiempo del juego, en la tarea del bricoleur. Al enunciar la regla fundamental, sostenemos un juego serio que, como el inconciente freudiano, está estructurado como un chiste.

LA INTERPRETACIÓN, UN ABUSO

Mil adjetivos sobre el goce no lo describirían, el único enfoque del goce es la metáfora, o más exactamente la catacresis: metáfora (quiere decir: transferencia, transporte) defectuosa, en la cual el término denotado no existe en la lengua .

Existe una figura retórica que restituye el vacío del término comparado cuya existencia está enteramente sometida a la palabra del término comparante: es la catacresis, figura fundamental quizá mucho más que la metonimia, puesto que habla alrededor de un término comparado vacío (no hay otra palabra posible para denotar las alas del edificio y sin embargo es inmediatamente metafórico) .

Catacresis es un tropo, es decir, una figura retórica mediante la que se otorga a una palabra un sentido traslaticio para designar a una cosa que carece de nombre. Por ejemplo: hoja de la espada, alas del edificio, ojo de la cerradura. Carece de nombre y, en un sentido traslaticio, por ejemplo, ojo de la cerradura viene a nombrar algo que en sí carece de nombre. Es un término figural porque la puerta no tiene ojo, ni el edificio tiene alas. Hay un llamado a otras palabras para que concurran a ocupar el lugar del nombre que no hay. En la medida que no haya término literal, habría catacresis que, etimológicamente, significa abuso del lenguaje.
A través de este abuso -la nominación catacrética- se escribe en el lenguaje algo que hasta allí era innombrable, no poseía término literal. Este término sustituye... nada, porque no hay una palabra que sea sustituida a ese término. La metáfora es la sustitución de un significante por otro, pero “ojo de la cerradura” ¿a qué otra palabra sustituye? En este sentido, se trataría de una metáfora originaria: la inscripción de un significante, pero no en el lugar de otro sino en el lugar de nada.
La metáfora introduce la pérdida de lo propio, despoja la individualidad. El hombre no puede tener más que representaciones y todas ellas son impropias, entonces todas serían catacréticas.
Agamben dice en Estancias que “Nada se sustituye a nada porque no existe un término propio que el metafórico sea llamado a sustituir. Hay una dislocación y una diferencia en el interior de un único significar. En una metáfora originaria sería inútil buscar algo así como un término propio. La dislocación metafórica no sucede entre lo propio y lo impropio sino que es una dislocación de la misma estructuración del significar: la recíproca exclusión del significante y el significado.”
Afirma que el significante sustituye a otro significante, y que se trata de un juego entre significantes porque el significado es un significante en posición de significado. Sostiene que “lo humano es fractura de la presencia que abre un mundo y sobre el cual se sostiene el lenguaje”. Rechaza así alguna reciprocidad de la palabra con el objeto y subraya la inadecuación de la palabra al mundo, inadecuación del lenguaje.
Se podría afirmar, a partir de definir catacresis como abuso del lenguaje, que todas las figuras retóricas, y la metáfora por supuesto, son abusos del lenguaje. Es inherente a su uso el abuso.
“El gato hace guau-guau, el perro hace miau-miau. He aquí de qué modo deletrea el niño los poderes del discurso... e inaugura el pensamiento de la cosa”.
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En “Psicoterapia de la histeria” (1896) , Freud escribe que “... habremos de suponer que se trata realmente de ideas que no han llegado a existir; esto es, de ideas para las cuales sólo había una posibilidad de existencia, aceptando así que la terapia consistiría en la realización de un acto psíquico no cumplido”.

Lacan a su vez se ha formulado la misma interrogación: ¿dónde está el deseo, dónde está el inconsciente antes que sea nombrado en el análisis, antes de la interpretación? Responde: en el limbo de la abortadora. Habrá estado sin un lugar...aún. El inconsciente no es ser ni no ser, sino lo no realizado, es el análisis el que tendrá a su cargo que se realice, que se articule, que se diga. Pero a su vez, eso que se dice, tendrá un defecto, que es falla fundamental, por la inadecuación del lenguaje para decir el cuerpo sexuado.
Sitúa de este modo a la interpretación analítica en un relieve que deseo relacionar con lo ya expuesto sobre la catacresis. La interpretación analítica, tendría la dimensión de una nominación catacrética. Es decir, que al poner en juego al Nombre-del-Padre, al padre como término, se conmueve la relación con el lenguaje, se releva la inadecuación para decir la indeterminación del ser, para decir al cuerpo sexuado.
Cuando una interpretación es tal, presentifica esta relación (de no-relación) del sujeto al lenguaje: revela la impropiedad de la palabra. Toda la relación del sujeto al lenguaje queda en suspenso, se conmueve en ese instante, por esta referencia necesaria al Nombre-del-Padre que pone en juego el límite, la potencia del límite de la palabra (límite al poder de la palabra), que a su vez hace posible la eficacia de la interpretación. Pensar la interpretación como nominación catacrética, nos aleja de una asimilación de la función padre a cualquier pensamiento religioso porque resalta su inconsistencia. Es la presentificación, por boca del analista, de algún nombre (a veces es sólo el silencio!) que nombra lo que carece de nombre. Como dice Barthes ni mil adjetivos sobre el goce lo describirían, el único enfoque del goce es la metáfora defectuosa que lo incluye… excluyendo.
En el transcurso de un análisis quizás no haya tantas interpretaciones; son momentos privilegiados que cuando ocurren, efectivamente, las cosas ya no son como eran antes. Incluso, a partir del acto analítico, de la interpretación, nace un nuevo sujeto que ya no es el que era antes. Analista - como portador de la función de la palabra - y analizante restan modificados. Sin embargo este nacimiento es mortífero porque presentifica la muerte: el acto analítico realiza en el co-surgimiento de sujeto y analista, que este último decline, en el mismo acto, su lugar. Del lado del analizante, el acto presentifica la castración en tanto este nacimiento no le otorga sustancia, ni permanencia alguna.
Es un co-surgimiento sin reciprocidad.

EL PSICOANÁLISIS AL REVÉS

INTRODUCCION:

Hace muchos años pensaba que había algunos pacientes que hacían psicoterapia y
otros que decidían psicoanalizarse , que se trataba de una cuestión de gustos, formación y elección (transferencial). Quienes hacían psicoterapia era porque querían hacer psicoterapia- mal no hacía, pensaba -; y los que hacían psicoanálisis era porque tenían un deseo de analizarse y acudían a un analista, instrumento necesario para un análisis.
Sin embargo escuchando en algunos analizantes los efectos de alguna experiencia psicoterapéutica anterior, y leyendo algunos textos de quienes promueven la psicoterapia psicoanalítica, llegué‚ a la conclusión de que ciertas prácticas provocan efectos nocivos. Algunos de los cuales son valorados por esas mismas prácticas como logros.
Legitiman su acción desplegando un discurso (pseudo) analítico, que banaliza los conceptos fundamentales del psicoanálisis.

PSICOANALISIS Y PSICOTERAPIA
Una intersección vacía

1.Quienes promueven la psicoterapia conciben los tratamientos como un proceso corrector de experiencias y de fantasías respecto a la realidad, es decir que el objetivo del tratamiento es mostrarle al paciente que sus fantasías le distorsionan el acceso al conocimiento de la realidad y a la relación con los otros. Proponen un pasaje desde el principio del placer - manejarse como si estuviese en el seno materno- al principio de realidad. ¨Y que‚ sería para ellos el principio de realidad? Aprender a soportar frustraciones, mediante una transferencia de aprendizaje en donde el terapeuta hace una orientación constante de su paciente hacia la realidad.

¨ Cómo plantea Freud el principio del placer y su relación con el principio de realidad? Sostiene que no son opuestos. El principio de realidad está al servicio del principio de placer, no es m s que una forma de garantizarlo. En "Inhibición, Síntoma y Angustia", afirma que es el yo, el narcisismo, lo que est regido por el principio de placer- realidad. No se oponen sino que el de realidad garantiza, retrasando, el cumplimiento del placer.

2.Hacen hincapié en la teoría de las relaciones de objeto cuyo ideal es llegar a relacionarse con un objeto genital total.
Proponen un encuentro positivo entre el paciente y el terapeuta para reparar el mal encuentro infantil con sus padres, con esos primeros objetos. En ese sentido, el terapeuta debe ser una persona buena, permisiva, que ayuda, y debe tener un rol real de docente experto.

Para el psicoanálisis, las relaciones objetales tienen su campo en el narcisismo, son las relaciones que se establecen con los objetos del yo, los objetos amables por el yo. El Complejo de Castración, relación del sujeto con la ley, inscribe al objeto como perdido.
El psicoanálisis no promueve un buen encuentro, ni la ilusoria posibilidad de darle a un paciente un objeto (que no se posee), sino que basa su práctica alrededor de esta pérdida irremediable del objeto. Cualquier objeto que se crea "poder" otorgar sólo contribuye a obturar esta pérdida fundante de la subjetividad.

3.Hay corrientes psicoterapéuticas que proponen tratamientos breves, cuya fecha de finalización está prefijada.

Cuando un terapeuta dice en el inicio, vamos a trabajar tanto tiempo- nos vamos a encontrar 6 meses -, está anunciando y garantizando que durante este tiempo pre-establecido y en ese pacto, no van a morir ni él ni el paciente. Hay una renegación de la muerte, es decir de la castración.
Se dice que lo breve si bueno dos veces bueno. Sin embargo Freud polemiza con O.Rank que ya planteaba la necesidad de abreviar y agilizar el análisis, diciendo: "si deseamos satisfacer mayores exigencias con la terapéutica analítica, nuestro camino no nos llevar a un acortamiento de su duración".
Rank sostenía que sabiendo que el trauma de todos los pacientes es el trauma del nacimiento, es posible atacar de frente al trauma y terminar el tratamiento en poco tiempo. Sabemos la causa, sabemos el final. Freud responde que procediendo así es como sacar una lámpara que ha iniciado el incendio y dejar el incendio. La causa no está al comienzo sino que la construimos al final del análisis. Con la teoría del trauma del nacimiento Rank llena el lugar de la causa. El complejo de castración en cambio, es el vaciado de este lugar y no la sustitución de una causa originaria - que daría cuenta de todo- por otra.

4. La psicoterapia propone un pacto de trabajo al paciente. Esta alianza terapéutica tiene como objetivo fortalecer áreas del yo libres de conflicto, y sostener con esas áreas esta alianza.

En "Análisis terminable e interminable", Freud propone que "si hemos de hacer un pacto, una alianza con el yo, éste ha de ser normal. Pero un yo normal es como la normalidad, una ficción ideal; el yo anormal no es por desgracia una ficción" y agrega: "no hay lealtad del yo al trabajo del análisis, es una ficción". Por lo tanto aquel tratamiento que hace del fortalecimiento del yo su ideal, lo que no tiene en cuenta es que el yo, el narcisismo, est comprometido en la resistencia y en la represión del deseo. Fortalecer el yo es un vano intento de consolidar una santa alianza contra el deseo anclado en la carne.

5. Otra discusión que Freud plantea (esta vez con Ferenczi) es respecto de los conflictos artificiales activados en el tratamiento: - bueno, hoy vamos a dedicarnos a hablar de su homosexualidad latente -, y ponemos un título, intentando activar un conflicto artificialmente; "Qué‚ dice el paciente después de largas sesiones de trabajo sobre el tema propuesto por el terapeuta? El paciente responde como las señoras en los museos: qué interesante!!" y agrega Freud "cuando uno le habla de estas cuestiones al paciente y le explica sus problemas sus conflictos, es como dar a los niños información sexual, de donde vienen los niños, de todas maneras ellos en secreto siguen adorando a sus ídolos".
Aunque como un educador modelo, el analista le intente enseñar y explicar, continúan aferrados a sus ídolos, a sus creencias infantiles, a sus teorías sexuales infantiles.
Lacan en el seminario" Los 4 conceptos" recuerda una frase de Picasso que dice: "yo no busco, encuentro", no busca la homosexualidad latente, el Edipo, la castración, basta escuchar para encontrar y sorprenderse cuando en la transferencia los demonios salen a nuestro encuentro. Actuamos como si no persiguiéramos fin ninguno determinado y nos dejamos sorprender por cada nueva orientación y actuamos libremente sin prejuicio alguno. En cambio para la psicoterapia, para el ideal de la psicoterapia, el proceso terapéutico se apoya "en activar funciones yoicas de los dos, del yo del analista y del yo del paciente, en un foco, donde se focaliza el conflicto en una relación de trabajo".


6. Proponen que el foco impone una asociación guiada activamente por el terapeuta relacionada con el motivo de consulta.

La única regla para un análisis es la regla fundamental: "diga todo lo que se le ocurra". Esta regla es absolutamente diferente a cualquier asociación guiada.
Entre analista y analizante hay un lugar tercero, el lenguaje. Se trata de palabras y el analista no puede olvidar que se trata de palabras, no para ponerse a jugar con las palabras sino para escuchar cuáles son las leyes del encadenamiento de estas palabras, lo que permitiría el advenimiento de la interpretación.
En la psicoterapia el ideal es la asociación guiada, para interpretar el significado de las conductas y prescribir conductas: "Si en esto que está haciendo le va mal, por qué no cambiar? ¨ Por qué‚ no prueba con otra cosa? Se ocupan de la conducta y de la descripción de la conducta. Insisto, para el psicoanálisis se trata de palabras, no de significados de conductas, sino de la función de la palabra y de su poder creacionista.

7. Cuál es el lugar del analista y cuál el del terapeuta? El terapeuta prescribe conductas, indica, interpreta significados de conductas, da una opinión profesional.

Este lugar del terapeuta se contrapone a una escucha analítica de la demanda. El analista forma parte del concepto de inconsciente, y su responsabilidad es estar en el trabajo del inconsciente, es escuchar las asociaciones del analizante, e intervenir cuando es necesario, en el sentido de necesariedad: no puede dejar de decir.
Mientras que la opinión profesional es la de un personaje ajeno al trabajo del inconciente, alguien que opina sobre, y prescribe -receta- El terapeuta debe cumplir en este sentido un rol cultural, de docente, un rol corrector de experiencias emocionales y además debe incluirse selectivamente como persona, debe participar con su yo. Por el contrario, el psicoanálisis nos enseña que la individualidad, la persona del analista, constituyen su resistencia. El analista desaparece en tanto persona porque es concebido como un lugar en el discurso que se despliega, que deriva en la transferencia.
"El amor a la verdad excluye toda impostura", y persona significa máscara, impostura...un código de procedimientos, ciertos rituales, que harían creer que con esta impostura se parece a un analista, a un analista que posiblemente se haya tenido, que a su vez haya sido un impostor de otra impostura. Entonces cuando la persona del analista dirige el tratamiento, lo que está en juego es su individualidad.
(-indiviso- no dividido).

8. Todos nos hemos preguntado en algún momento "qué‚ es lo mejor para el paciente", pero deberíamos detenernos en esa máxima freudiana "lo mejor es enemigo de lo bueno". Freud en "Malestar en la Cultura" dice que" muchas veces lo malo ni siquiera es lo nocivo para el yo, sino algo que este desea, inclusive que le procura placer... agrega que lo malo es aquello por lo cual uno es amenazado con la pérdida del amor". Para Freud lo bueno y lo malo están relacionados con la indefensión del sujeto frente al Otro. Es el Otro quien sanciona qué‚ es bueno y qué‚ es malo, se renuncia entonces por miedo a la pérdida del amor.
Nos advierte que si hay mejoría en los pacientes se produciría una inercia en el tratamiento, que favorece la resistencia.
Lacan afirma en el "Seminario de la Etica", que la cuestión ‚ética del análisis no se plantea en una especulación del ordenamiento del servicio de los bienes - cuánto tiene, si provee o no provee -. La ‚ética del psicoanálisis se sostiene en lo que llama, la "experiencia trágica de la vida".
En el discurso de Baltimore dice: " donde está el sujeto es necesario encontrar el sujeto como objeto perdido, más precisamente este objeto perdido es el soporte del sujeto, en muchos casos es una cosa más abyecta de lo que ustedes pueden considerar, en algunos casos es algo hecho, como lo saben perfectamente todos los psicoanalistas y mucha gente que ha sido psicoanalizada, es por eso que muchos psicoanalistas prefieren volver a una psicología general, como el presidente de la sociedad psicoanalítica de Nueva York nos dice que debemos hacer. Pero yo no puedo cambiar las cosas, soy psicoanalista y si alguien prefiere dirigirse a un profesor de psicología, eso es asunto suyo. Resulta obvio que el organismo es una unidad y funciona como tal. La cuestión se hace más difícil cuando esta idea de unidad se aplica a la función de la mente, porque la mente no es una totalidad en sí misma, pero estas ideas en forma de unidad intencional, fueron la base de todo el llamado "movimiento fenomenológico". Lo mismo era cierto en la física y en la psicología con la llamada escuela gestáltica, y la noción de la buena forma, cuya función era unir por ejemplo, una gota de agua e ideas más complicadas. Y los grandes psicólogos, incluso los psicoanalistas, están llenos de la idea de personalidad total.
De todos modos es siempre la unidad unificadora la que se encuentra en primer término. Yo nunca he comprendido esto, pues aunque soy psicoanalista también soy un hombre, y como hombre mi experiencia me ha mostrado que la característica principal de mi propia vida humana -y estoy seguro, de la de todos los aquí presentes - consiste en que la vida es algo que va, a la deriva. La vida va por el río, tocando de vez en cuando la rivera, parándose un rato aquí, allí, sin comprender nada.
Y el principio del análisis es que nadie comprende nada de lo que ocurre, la idea de la unidad unificadora de la condición humana, me ha producido siempre el efecto de una mentira escandalosa."

¨ Qué‚ propone la psicoterapia? Que el paciente elabore un proyecto que implique su propio bienestar y su propia autoestima que hay que reforzar siempre, y decirle al paciente de toda mejoría y de todo avance en la tarea del tratamiento, en busca de integrar una concepción totalizadora de la experiencia humana.
Lacan nos advierte sobre esta cuestión diciendo que el dominio del bien, el que domina el bien, el que dice dónde está el bien es el amo con su supuesto poder("yo puedo el bien, el bien del otro, o mi propio bien. El dominio del bien es el nacimiento del poder, yo puedo el bien").

9. En la psicoterapia se insiste en que los terapeutas deben dar intervenciones directivas. La sugestión desconoce al sujeto en su división, produce dominación y fascinación; "toda canallada descansa sobre el deseo de ser el Otro para alguien". La sugestión sitúa y coagula al analista en el lugar del ideal del yo ("Psicología de las masas y análisis del yo"), dominando, fascinando, ordenando, diciendo lo que está bien y lo que está mal, hipnotizando.
En el "Fedon" Platón le hace decir a Cebes: "comprendo que a un loco se le puede ocurrir que sea preciso huir de un amo, cuéstele lo que le cueste, y no comprenda que siempre se debe estar unido a lo que es bueno".
Un hombre prudente y sabio desearía siempre estar bajo la dependencia de lo que es mejor para él.

10. Un argumento falaz utilizado como ariete contra la práctica analítica es que tiene límites, que sólo sirve para un reducido número de pacientes ("normalmente") neuróticos, y que la psicoterapia analítica está indicada para los pacientes borderlines, y para las neurosis narcisistas.

Con este novedoso criterio clasificatorio la mayoría de los historiales de Freud serían de pacientes borders. La neurosis es grave, y siempre plantea desafíos y dificultades para quien está‚ dispuesto a escucharla.
Hago mías las palabras de J.B. Pontalis:" Los casos límites no pueden ser considerados la excepción, el estado límite parece siempre subyacente a la construcción neurótica. Cuando derivamos nuestra impotencia a la morfología de la realidad psíquica de nuestros pacientes nos comportamos como aquéllos neuróticos que imputan su estado de miseria a una realidad social o familiar. No hay análisis que aquel que nos lleva a los límites, en una prueba de los límites del psicoanálisis y de nuestros propios límites."

11. Decía al comienzo que en una época pensaba que la psicoterapia no tenía efectos nocivos, que si bien obstaculizaba que los pacientes se analizaran, al menos era una experiencia terapéutica.
Luego entendí que sus objetivos conducen a lo peor. Los objetivos (compartidos!) que la terapia se fija son "favorecer la autoevaluación y la objetivación". Es decir que el paciente se piense se objetive, y diga acerca de sí lo que le pasa, lo que le falta, lo que tiene o lo que quisiera ser. Que hable de sí mismo, que se autocomprenda, autoevalúe, y discrimine entre realidad y mundo interno – fantasías -. El objetivo es consolidar un Yo más finamente observador de las experiencias.
El ideal de la interpretación en la psicoterapia es la introducción de una racionalidad, una razón, una causa que se le provee al paciente, se le explica, se le enseña, se le ayuda a hacer un proyecto de vida.
Por qué un paciente no puede en una terapia autoevaluarse, objetivarse, autocomprenderse, discriminar, reforzar su yo, consolidar a un yo finamente observador, por qué no puede objetivarse, por qué no introducir una racionalidad en conductas irracionales, por qué‚ no introducir una causa y una explicación en todo lo que le sucede?
Lacan plantea que todo ideal de normalización psicológica, no es más que una moralización racionalizante; " si se forman analistas es para que haya sujetos tales que en ellos el yo esté ausente". Es el ideal del análisis, es virtual... porque no hay sujeto sin yo, un sujeto plenamente realizado no existe, sin embargo procuramos acercarnos asintóticamente a un sujeto sin yo.
"Allí donde el ello era, el yo debe advenir ", lo leemos como "allí donde el ello era, que el sujeto advenga", que caiga el yo, que caiga la persona, que caiga la impostura.
"Que el sujeto acabe por creer en el yo, es como tal una locura", si se refuerza al yo, a un yo que da razones, se termina creyendo en el yo, se constituye una paranoia post- analítica.
Freud define la paranoia en el manuscrito H: "la paranoia es una psicosis intelectual, una manía de interpretación que modifica al yo".
Por supuesto que después de una psicoterapia los pacientes terminan modificados, pero es en este sentido que terminan modificados, dando explicación de todo, con una manía de interpretación que modifica al yo, con una locura racionalizante.

Se acude al análisis porque hay síntoma, y no hay sujeto sin síntoma. En el síntoma hay una verdad oculta, una verdad que se dice demandando ser descifrada.
Esa verdad que está en juego es un deseo reprimido. La función del yo es de desconocimiento de esta verdad singular; reforzando al yo, se refuerza la política del Yo, es decir la represión.

¿ES PARA TANTO?

Flori, así la nombraba cada vez que mencionaba que la paciente, se había encontrado con Mauri, el papa de su pequeña hija. Y ella se presentó en mi consultorio como Fabi. Entonces: Flori- Mauri-Fabi.
Se quejaba que el discurso no variaba, que la paciente solo tenía reclamos contra su ex pareja, a quien conocía del barrio, desde el jardín de infantes. Había quedado embarazada y decidió seguir y el no quería y ella si. Y la madre no sabe como tratar al padre y ella si. Lo atiende, le ceba mate, le hace masajes. Viven juntos los tres y la hija. Y ella espera que Mauri la quiera que deje a la nueva novia que vuelva con ella, él no quiere y ella si.
Algunas intervenciones relatadas en la supervisión parecían pertinentes…pero aún así.
Fabi hablaba de Flori y a veces nombraba a Mauri. Le dije que al nombrarlos aquí y ahora, por el apodo - y en diminutivo - vaciaba, esterilizaba cualquier intervención.
Me preguntó: ¿es para tanto?
Es para tanto- dije.

Recordé que Austin dice que los performativos son aquellas palabras que hacen acto en el momento de su enunciación. Si alguien dijera te prometo, la promesa se efectúa en ese instante, ni antes ni después, más allá si lo dijo a sabiendas de que no la cumplirá. También recordé que esos enunciados, que no son constatativos, no son sometidos a prueba de verdad o falsedad. Son realizativos.
El mismo Austin cuestiona las clasificaciones que ha planteado.
Lacan sostiene que el enunciado llueve, tampoco sería un enunciado constatativo, que podría haber sujeto en juego en el momento de enunciarlo.
Supongamos que alguien dijo: si llueve vamos al cine. Bastará enunciar: llueve, para dejar dicho otra cosa. Otro ejemplo: si se conoce la chanza, bastará enunciar ” yerba no hay” para manifestar deseo.

Al enunciar los tres nombres en diminutivo, se participaba, dándole consistencia, de una escena infantil en la transferencia: un amor infantil, idéntico a si mismo, sin tiempo.
Había contado que su padre le pregunta siempre después de comer: queso y dulce ¿querés? Y que ella, y el lo sabe, odia ese postre. Que la irrita, que hay una cuestión de piel. Teme que su hijita piense que el es el padre….
La presencia del analista confirma la vertiente acto de la palabra y podría evitar que se afirme (la resistencia): que no es más que un fallido o que ha sido sólo un sueño, o que quizás ciertas expresiones no sean para tanto.
Hablar, eso se hace y no cura. En cambio con la oferta, con escucha, se promueve la asociación libre, la demanda. Pensar que hay tipos de demanda antes de la oferta es introducir una objetivación, un evaluador por fuera de la transferencia.
Se dice en tanto se es escuchado. Porque si no hay escucha gira el discurso en falso sin saltos, sin introducción de alguna varidad (variedad de la verdad).
Si el estado transferencial (estrategia) lleva a la detención de las asociaciones, es desde allí que podríamos pensar cualquier táctica posible y no desde algún defecto, déficit objetivo de analizante o analista.

ACERCA DE LA TRANSMISION

Una ciencia nueva, de lo plural, de lo indirecto, de lo gratuito, de las diferencias, una ciencia de las Moiras .

ENTRE LAZOS
Pensar la práctica psicoanalítica a partir de una disyunción de dos campos opuestos para distribuir cada elemento en uno o en otro es una tarea que no transmite la complejidad de nuestro asunto.
Otro modo, el que prefiero, es entre ternarios y cuaternarios, que si bien no resuelven los atolladeros de la práctica, arruinan al menos, una simplificación que sólo banaliza nuestros desafíos.
Desde el inicio de su enseñanza Lacan ubicó al falo entre la madre y el niño, también a la muerte danzando entre los tres personajes del Complejo de Edipo. En el esquema L ubica cuatro elementos. En sus últimos seminarios, cuando introduce la teoría de los nudos, plantea que el de tres no se sostiene y llama a un cuarto nudo.
Planteo así, una dinámica de elementos que se entrechocan, se dispersan y se ubican de tal manera que es imposible una distribución simétrica planteada a priori.

Algunos ejemplos:
1. Los dos principios del suceder psíquico muestran una extraña actividad dispar, pero conjunta: el Principio de realidad impone un rodeo al Principio del placer/displacer, Freud señala que más que una oposición se trata de un rodeo necesario para afianzar el funcionamiento del Principio del placer/displacer. Por su parte, el más allá, revela el trabajo silencioso de la pulsión de muerte en el más acá; es decir que es un más allá en un más acá, que es su referencia.
2. Cuando Freud plantea que el Yo surge a partir del Ello y que el Superyo es su abogado, sostiene que las instancias no están separadas, si no que se infiltran mutuamente.
3. La topología de la que se sirve Lacan enseña que lo esencial son los puntos de frontera (borde) porque corresponden tanto a un conjunto como a otro. Es el hallazgo en la topología de interioridades externas (extimia).
4. La banda de Möebius nos sirve para plantear que las dos caras son producto de la torsión de una. Una doble inscripción de lo mismo, que ya no es lo mismo.
5. El cross - cap es la incidencia de un corte que enrarece un afuera con un adentro. Una banda y un disco que se auto atraviesa.
6. El toro plantea una vuelta en más que rodea a un agujero central recorriéndolo a partir de otro.
7. Hay un mundo y hay una escena al que el mundo sube…pero en la escena del mundo hay marcas, manchas de lo que no sube.
8. El nudo borromeo escribe, a su manera, que lo esencial son las intersecciones entre los registros, y que lo que queda afuera de esas intersecciones tendrá o no lugar cuando el mundo suba a la escena (transferencial). No se trata de aspirar a alguna inclusión en un todo que no hay, por eso Lacan incluye en sus figuras los puntos de fuga en cada registro.
9. La escritura x : x, tiene a su lado el límite (x : x ) que lo condiciona, es decir que es un todo afectado por lo que se le sustrae. Es por la excepción (lo necesario) que el conjunto (para todo) es posible. Además, el lado del  (no todo), está afectado por su referencia a un todo.
10. Inhibición, síntoma y angustia tampoco son campos separados: a veces una inhibición (del acto) es (¿síntoma en el museo?) la antesala de articulación de un síntoma, y el síntoma es claramente defensa ante la angustia…que sería, quizás, lo peor.
11. Goce – angustia – deseo: este ternario es el extraño lugar de intersección entre campos que no son tales sino que, como lo Unheimlich (siniestro), se abisma lo conocido y familiar en lo extraño.

¿Qué lugar para lo inefable? “Hay una confusión cuyo origen es la creencia de que lo no articulado está más allá, cuando no es así en absoluto- lo que está más allá se articula-. En el nivel de la estructura subjetiva estamos en presencia de algo que sólo puede presentarse como se presenta y que se presenta con su entero valor en su nivel de credibilidad.
Si hay algo inefable, no se habla de ello porque es inefable. Entonces no hemos de juzgar lo que articula, sus palabras, a partir de lo que no puede hablar. Si bien se puede suponer que haya algo inefable, y de buen grado lo suponemos, nunca nos negamos a captar lo que se demuestra como estructura en una palabra, con el pretexto de que hay algo inefable. Como ahí podemos extraviarnos entonces renunciamos. Pero si no nos perdemos, el orden que esta palabra demuestra y revela se debe tomar tal como es.”
Entiendo que “tal como es”, implica que es necesario leer al pie de la letra, tomar los límites de la palabra, los silencios(sileo), los blancos en el texto, el surgimiento de angustia en las sesiones, fragmentos de cuerpo que esperan en vano otra vuelta para articularse…en alguna palabra que al fracasar, fracase de modo adecuado.

Un ladrillo: hablar de modalidad de goce para otorgarle a esta noción la clave de todo lo que ocurre en un análisis, entifica al síntoma (goce del síntoma), y le quita dinámica, valor de conflicto que Freud le adjudicó.
Prefiero hablar de goces y subrayar así la imposibilidad del goce. Es decir que goce es siempre pérdida de goce (plus, paradójicamente, es menos). Porque el goce es límite de la subjetividad y límite de la experiencia. No hay experiencia de ello (como no la hay de la muerte propia).

ENTRE LETRAS
El sujeto se constituye como efecto de la mortificación del significante en el cuerpo, se puede afirmar, entonces, que el significante es causa de sujeto. “El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto…Pues su causa es el significante sin el cual no habría ningún sujeto en lo real.”
La letra a (la que se usa para escribir la identidad: a = a), anota que en su división, el sujeto se constituye como no idéntico a si mismo, se pierde - en este acto - la identidad, es decir que se pierde lo que jamás se tuvo. No se postula entonces, una identidad originaria y una posterior división. No; el eje pasa por pensar la constitución misma, la genealogía del sujeto dividida. Escribe así una constitución fallada, cuyo núcleo es la división, cuya causa es el…significante; es decir que tampoco aquí habría una disyunción entre significante (que causa la división) y objeto causa (del deseo). Son los elementos esenciales en la operación de constitución del sujeto.
¿El psicoanálisis infringe la lógica? Lacan lo piensa al revés: es la lógica la que comienza infringiendo la ley del significante cuando escribe a=a.
El discurso psicoanalítico dispone de la lógica modal, precisamente de la categoría de lo imposible, y la eleva, la conduce a su última potencia , intentando cernir lo imposible en tanto tal.

ENTRE DOS

“A decir verdad no hay en todo esto sino paradojas. No hay la menor opinión verdadera (doxa), puesto que hay paradoxas” (Lacan, 10/5/77).
Paradojas, conflictos irresolubles, ambigüedades y enigmas, “out of joint”, “fuera de quicio” [Hamlet, 1.5.189]

• Cuando Freud en El yo y el ello dice cuáles son las órdenes de la instancia Superyó / Ideal del Yo: “Así como el padre debes ser, así como el padre no tienes el derecho de ser”, sitúa la enorme ferocidad de esta instancia en tanto conviven el deber ser y un no tienes derecho a ser así, que es leída en la neurosis como una orden paradojal.
• Tiene que instaurarse una suposición de saber, cuyo destino, desde el inicio y hasta el final, en el último acto, será caer. “Diga todo lo que se le ocurra” conmueve de entrada la suposición de saber: el saber habrá estado del lado analizante.
• Prescindir del Nombre-del-padre a condición de haberse servido de él (utilizarlo), es una afirmación (de Lacan) paradojal .
• Significantes que son tales porque no significan nada, causas que funcionan sólo en tanto vacías.

• El deseo (del analista) que no es puro, se dirige a un puro significante . Ahora lo puro se desplaza a la pura diferencia materializada en el significante. “¿Por qué uno no inventaría un significante nuevo que no tendría, como lo real ninguna especie de sentido? eso quizás nos abriría a lo que yo llamo lo real”. (Lacan, 17-5-77). Puros significantes o significantes de base, es decir que han sido llevados por el deseo del analista a su extrema literalidad.
• Otra paradoja: si lo real es lo que no cesa de no inscribirse, cómo entender que también Lacan formule que en definitiva lo real se escribe. Es decir que haya letras que indiquen, que bordeen que hay un real que no cesa …

Paradoja es expresar contradicción. Se opone así a la común opinión. Para Deleuze es la afirmación de dos sentidos a la vez; es lo que destruye el buen sentido como sentido único, destruye además al sentido común en tanto identidad fija. Es la destitución de la profundidad, porque expone los acontecimientos en la superficie desplegando el lenguaje a lo largo de este límite. Un elemento paradojal tiene la singularidad de estar desplazado respecto de sí mismo, de faltar a su propio lugar y a su propia identidad, a su propia semejanza y a su propio equilibrio.
Deleuze dice que la fuerza de las paradojas reside en que no son contradictorias si no que nos hacen ”asistir a la génesis de la contradicción”. El principio de contradicción se aplica a lo posible, pero no a lo imposible, que es aquello que sí presentan las paradojas. Es decir que asistimos, con las paradojas, a uno de los modos privilegiados de presentación de lo real. A lo ineliminable.
En el epígrafe queda subrayada una preferencia por lo plural y lo indirecto que da lugar a diferencias y contradicciones.






BIBLIOGRAFIA

Barthes, R.: Variaciones sobre la escritura, Paidos, Buenos Aires, 2003.
Deleuze, G.: Lógica del sentido, Paidos, Barcelona, 1989.
Glasman, Claudio: El padre que no cesa, AAVV, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.
Lacan, J.: Escritos 2, Posición del inconsciente, Siglo XXI, Méjico 1976.
Lacan, J.: El Seminario, Las psicosis, Paidos, Barcelona 1984.
Lacan, J.: El Seminario, El Síntoma, Paidós, Buenos Aires 2006.
Lacan, J.: L`étourdit, Revista Escansión nº 1, Paidos, Buenos Aires 1984.
Lacan, J.: Seminario 24, inédito.
Rinesi, Eduardo: del prólogo a El padre que no cesa, AAVV, Letra Viva, Buenos Aires, 2006.

COMO UN CLAVO

“Para el analista queda excluido el ceder.”
FREUD

1.
A partir de la introducción de las nociones: deseo del analista, vacilación calculada, deseo advertido, pareciera que practicar abstinencia ha caído en desuso. En cambio proliferan algunas expresiones: cortes al “blabla”, escansiones, sesiones cortas, hacerse el/la... son propuestas2 de una práctica que la desatiende.
Deseo aquí volver a pensar qué lugar le otorgamos a la abstinencia en la dirección de los análisis a fin de reducir tanto la arbitrariedad del analista, como un retorno descarnado a una sugestión encubierta tras consignas que proponen, por ejemplo, un combate frontal contra el goce, o la abreviación de los análisis (no sólo sesiones cortas, sino análisis ultra cortos) sin dar el tiempo para que el deseo se anime.
El pivote de una política de abstinencia es la exclusión de un elemento. Algo del analista queda fuera del juego: no habla de sí para que el juego transferencial opere. Porque hablar (de sí) implica necesariamente formular directa o indirectamente una demanda; y ya sabemos que la demanda... demanda, y reintroduce en el diálogo el campo especular, cae así la abstinencia porque se ha cedido al dominio de la resistencia -del analista-.
El analista al dar su presencia se implica en la acción, en la oferta de escuchar, y ésta es la condición de la palabra. El concepto de inconsciente es inabordable sin esta presencia.
La docta ignorancia es no saber más allá de las asociaciones del paciente, lo que implica abstinencia de saber y de poder. Es decir: dirigir un análisis sin gobernar ni educar; sin ceder a la tentación de (ab)usar del poder que un saber otorga.
Lo que Lacan ha llamado “deseo advertido” se articula con la regla de abstinencia en tanto no propone un sujeto que sabe, si no un deseo vaciado de todo saber, es decir, negativizado. Es un “no actuar positivo”.
Como las prescripciones de Freud en “Consejos al médico”, que son sólo negativas, la posición del analista se dibuja a partir de una presencia que no piensa, ni sabe, y que está sin ser(lo).
Esta actualidad del no, en tanto condición paradojal de una acción dirigida al carozo del ser, presentifica a la pulsión de muerte. Practicando abstinencia, el analista presentifica su inquietante trabajo silencioso3.
El deseo (advertido) del analista, promueve que haya pase... de ser hablante a (no) ser asociante.

2.
No hay interpretación que no concierna “al lazo de lo que oyen con el goce y que puede ser que lo hagan sin darse cuenta nunca que una interpretación analítica es siempre eso, es el principio mismo de lo que hacen cuando interpretan”4; aunque no sepa, aunque el analista no se percate, si hubo interpretación habrá habido entonces un lazo con el goce. De este modo, y sin saberlo, habría efectos de análisis porque se ha mantenido esta distancia simbólica preservando la abstinencia, entonces habrá habido asociación libre y quizás sin saberlo alguna interpretación.
“Es precisamente en la práctica donde el psicoanalista debe estar a la altura de la estructura que la determina”5. Entiendo que esta estructura es abstinencia de demandar, distancia simbólica. Con o sin teoría (incluso errada) de lo que allí acontece, a veces hay desarrollo de análisis porque se ha preservado la estructura necesaria que propicia la asociación libre: un elemento queda fuera para que la asociación se despliegue, para que el analizante pierda el hilo.
Una existencia que habita por fuera del conjunto de significantes, que promueve una articulación porque está afuera (de sí).
Una paradoja: la transferencia incluye al analista - que habita en el núcleo del síntoma -, pero la abstinencia hace de esa inclusión una exclusión de sí, que es el único modo de garantizar, y aquí cobra fuerza esta afirmación lacaneana, la tarea analizante.
Retomando el epígrafe y parafraseando a W.Gombrowicz: el analista es como un clavo, si cede no penetra.

ACERCA DE LA ENUNCIACION

1.
“Una vez emergida la imagen, declara el enfermo verla fragmentarse y desvanecerse conforme avanza en la descripción. El paciente la va gastando (la desmonta) y extinguiendo al irla traduciendo (trasponerla) en palabras”
Transliterar significa más allá; del otro lado…de la letra. Representar con signos de un sistema signos de otro.
La escritura es rajadura, una marca que en el instante que se traza, divide, como en una placa de arcilla. La letra necesita de lo discontinuo, es discreción significante, es contra analógica (Barthes) , es decir, no se parece a nada, no se desprendió del pictograma, sino que se opuso a él. La letra es tachadura... de ninguna huella previa. La transliteración en palabras tacha la imagen, la fragmenta y desmonta el montaje de escenas. Al escuchar el relato de un sueño, la imagen se desvanece y se comienza a reescribir lo escrito en el sueño.
La escucha analítica es sensible al surgimiento de alguna homofonía, porque gracias a ella, en lo simbólico, “nombramos la operación de la transliteración cuando la lectura le concede una voz” . Allouch sostiene que hay consubstancialidad entre literalidad (leer la letra) y homofonía, esta última es la dimensión donde la letra se manifiesta en el Inconsciente. De allí la propuesta de Lacan de tomar (leer) el deseo a la letra, una letra que se hace carne porque el material del significante somos nosotros quienes lo proveemos, es con “nuestros propios miembros – lo imaginario es eso – que armamos el alfabeto de ese discurso que es inconsciente” .
El sujeto se constituye como efecto de la mortificación del significante en el cuerpo, se puede afirmar, entonces, que el significante es causa de sujeto. “El efecto de lenguaje es la causa introducida en el sujeto…Pues su causa es el significante sin el cual no habría ningún sujeto en lo real.”

La letra a (la que se usa para escribir la identidad: a = a), anota que en su división, el sujeto se constituye como no idéntico a si mismo, se pierde - en este acto - la identidad, es decir que se pierde lo que jamás se tuvo. No se postula entonces, una identidad originaria y una posterior división. No; el eje pasa por pensar la constitución misma, la genealogía del sujeto dividida. El acento está puesto en la división, y el resto de esta operación, el objeto a, escribe la imposibilidad de una división perfecta. Escribe así una constitución fallada, cuyo núcleo es la división, cuya causa es el…significante; es decir que no habría una disyunción entre significante (que causa la división) y objeto causa (del deseo). Son los elementos esenciales en la operación de constitución subjetiva: función del significante, caída del objeto.
¿El psicoanálisis infringe la lógica? Lacan lo piensa al revés: es la lógica la que comienza infringiendo la ley del significante cuando escribe a=a.
2
El deseo del analista formula una regla: diga todo lo que se le ocurra. En su enunciación, hay una suposición: quien habla no sabe que dijo ni qué dijo. Es decir que el analista en el acto de enunciar la regla, deja dicho que:

1. Se trata de palabras
2. El saber está del lado de quién emprende la tarea, aunque lo ignora
3. Supone que (en un tiempo por venir) habrá sujeto, función de sujeto

Se apunta así a la enunciación. No al enunciado de la palabra, ni a significados. El se trata de palabras más que relevar tal o cual palabra, pone en juego las funciones de la palabra.
Entiendo que enunciación es ubicar quién habla, a quién le habla y el momento en que habla, haciendo resonar que se dice más o menos que lo que se intenta decir. Escucha y lectura hacen vibrar en acto la división del sujeto. Lo ha dicho, nadie se lo ha hecho decir: no hay vuelta atrás, Ud. lo ha dicho!
Como los espíritus del Averno, el sujeto de la enunciación acude a nuestra invocación, engendrado de nuevo cada vez para volver a eclipsarse, hasta la próxima nueva cita. Un extraño tiempo verbal lo habita: No estaba en el pasado, no es seguro que retorne, su presente es tan fugaz como fugitivo, entonces habrá estado en el instante del acto mismo del decir. En el eco del acto se podrá escuchar un mensaje inédito. El sujeto de la enunciación se constituye como un “habiendo sido” cercano al adagio “Wo Es war, soll Ich werden”, de Freud. Allí donde eso era, el sujeto debiera advenir. Pero ¿adviene? Y si adviniera ¿quedaría estático?, ¿con alguna identidad? Este sujeto (acéfalo) es nadie... que pueda decir yo deseo.

El “escándalo” de la enunciación es que revela que el sujeto es más soporte que agente de la articulación significante, es la consecuencia de una (in)determinada articulación. Sujeto indeterminado que se pierde en la medida que se encuentra. Por cierto, un encuentro extraño. Porque el sujeto de la enunciación sólo se enuncia en tercera persona, en tanto el:
“El no lo sabía”, un minuto más y estaba por saberlo... pero ¿llega a saberlo? ¿Habrá al fin coincidencia entre el sujeto y el saber?
Esa tercera persona (EL) arrastra en la constitución del sujeto una marca de lo impersonal es decir: allí donde el Eso era.
El Usted (pronombre de segunda persona del singular) se conjuga en castellano de igual modo que el singular de la tercera persona, su uso en análisis presentifica esta marca (el eso). Un Eso que produce ambigüedad, indeterminación del sujeto. Entonces, introducir el Ud. en el análisis mantiene la tensión entre la segunda y la tercera persona.
No se trata de contenidos, de representaciones si no que el conjunto vacío, la negación (no lo negado) es lo que representa a nuestro sujeto de la enunciación. El sujeto nunca puede llegar a ser, no puede realizarse plenamente, sólo ex- siste como vacío.
La afirmación de cierto ser implica la pérdida de ser. Todo juicio implica pérdida. Concluir: soy blanco implica que no soy negro. Por eso a veces no se llega al tiempo de concluir el tiempo para comprender. El acto, el juicio, implica ganancia y pérdida.
El sujeto no es más que un efecto del lenguaje, un efecto de vacío.
Cuando Lacan afirma: se trata de un “sujeto que desea sexualmente”, resalta que hay cuerpo, zonas erógenas, pulsión. La función sujeto, no es sin cuerpo. Reitero la cita: El sujeto se constituye como efecto de la mortificación del significante… en el cuerpo.
3
El efecto del lenguaje introduce la causa en el sujeto por eso nuestro sujeto no es causa de si mismo, “lleva en si el gusano de la causa que lo hiende. Pues su causa es el significante sin el cual no habría ningún sujeto en lo real.”(Posición del Inconsciente.)
Las dos operaciones de constitución del sujeto son alienación y separación. La alienación plantea que más que representados en el Otro, “hay rechazo del Otro, en tanto que este Otro ha venido al lugar de esta interrogación por el ser”. Es un del ambiguo que no dice claramente si el rechazo es del Otro al sujeto, o desde el “sujeto” hacia el Otro (genitivo subjetivo u objetivo).
La división del sujeto entre saber y verdad revela que el sujeto no coincide con lo pensado, sino que está excluido: en lo pensado, no alcanzará “el ser”. No es en el saber como conjunto de representaciones en donde el sujeto se encuentra representado. Por el contrario, allí el sujeto está ausente. En este sentido sujeto “es” lo que falta al saber. “Es” esa disyunción misma que no se reduce ni al ser ni al pensar, es la barra que divide. Subvierte así al cogito, al introducir un ni que relaciona al pensar con el ser: penser.(neologismo en español, pensar en francés)
La intersección entre ser y pensar es vacía, como el sujeto mismo: entre un ser, que es falta-en-ser, y que intenta significarse en el campo simbólico del pensar; y el conjunto de los significantes al que le falta aquel significante que pudiera representar al sujeto. La patria significante lo aloja y lo exilia: alienación.
Hay entonces, una inclusión radical del Otro en la definición de sujeto.
El segundo momento es el encuentro con la falta del Otro. El sujeto advino como no siendo, y se articulará a algo que falta en el Otro. Separación.
La barradura del Otro se actualiza en el análisis, en el instante en que el analista oferta intervalo. Favorece la aparición del intervalo que aproxime al sujeto a poner en acto su deseo, aunque sea indecible plenamente.
Siendo que el sujeto es efecto del significante y el objeto su producto, ambos quedan ligados al concepto de corte. En algunas ocasiones Lacan lo define al sujeto, otras al objeto, otras al inconsciente como corte. Si bien cada ocasión merece detenerse en las particularidades de su argumentación, podemos considerar que el corte da cuenta de la incidencia del significante y de sus consecuencias en el sujeto.

El deseo es corte, en tanto requiere de los intersticios entre significantes para circular por la cadena (se presenta articulado pero no es articulable). El significante, se articula en la repetición que es la operación (de separación) que engendra sujeto (definido como corte) y algo cae (objeto a como resto de la operación).

Nuevamente 1
Comentando el chiste “es el primer vuelo=robo (vol, en francés) del águila”, Freud dice que es una condensación que vuelve superfluo al sustituto, un efecto de condensación donde un mismo término se sustituye a sí mismo, siendo él mismo y el otro. Es un efecto de otredad de lo mismo: son las mismas palabras las que retornan como otras. Hay aquí un intervalo.
De un análisis:
Hablando acerca de quien gasta más o menos, dice ella: “al lado de mi marido soy una miserable”. Hay intervalo: miserable no es igual a miserable.
De otro análisis
Una homofonía:•”me gusta ir en el coche y que me digan piropos”
Analista: ¿por qué le gusta Irene?
Analizante: “Irene fue mi amiga de infancia algo mayor que yo que me avivó, manteníamos juegos sexuales.”

La lectura pone en acto la imposibilidad de representación del significante, es decir que sólo representa a un sujeto.
No es una lectura entonces que pretenda una traducción (atada al un-sentido), o una transcripción de sonidos (escritura fonética), se acerca a lo textual, y opera por homofonía.
“La transliteración escribe el escrito, equivale al desciframiento que escribe la cifra”.(J.A.)
Recordando La Metapsicolgía, se acercaría a lo que Freud llama cambio de estado meramente funcional de una huella. La escucha, leyendo, transmuta a lo escuchado en leído. Gracias a (la) voz.
“Hay que recordar que el trazo negro de cada palabra se torna inteligible en el libro merced al blanco de la página. Ese blanco del que la palabra brota y en el que acaba por desaparecer es el silencio primordial. El blanco escribe para nosotros lo fundamental de toda escritura: el círculo de misterio que envuelve nuestra existencia.
La palabra portadora de misterio demanda una lectura lenta, que se interrumpe para meditar, tratar de absorber lo inconmensurable, pide relectura, consideración del blanco. ”
Leo entonces, desde esta cita de Murena, mi texto y descubro que blanco, corte, intervalo, silencio, y separación insisten en estas líneas. Marcas de lo inconmensurable en alguna medida posible, que en las huellas de la repetición engendran la función sujeto.