miércoles, 2 de junio de 2010

A don Marcos

A dos mil doscientos metros de altura, en el cerro negro, vive don Marcos. Allí lo conocí, cumplía ese mes 91 años. Se subió a su caballo y, a pesar de sus problemas de vista, nos guió hacia la cima, hasta el sendero que baja hacia el valle. En invierno, nos contó, se acuesta a las 6 de la tarde y sale de su habitación cuando despunta el día.
- Tanto duerme?
- No! me duermo tarde. Sonrió.
- Y qué hace don Marcos...piensa?
- No, no pienso. Escucho...las ovejas, si alguna sale del corral, si el negro ladra, si mi caballo relincha, el ruido del viento...escuchando estoy ahí afuera.
Sus palabras siguen resonando. Y a los pocos días decidí escribir lo que, nunca leerá.
Recordé un poema de Fernando Pessoa

soy un evadido
luego que nací
en mi me encerraron
pero yo me fui

la gente se cansa
del mismo lugar,
de estar en mi mismo
no me he de cansar?

mi alma me busca
por montes y valles.
ojalá que nunca
mi alma me halle.
ser uno es cadena,
no ser es ser yo.

huyéndome vivo
y así vivo estoy.

Y entre el poema y las palabras de don Marcos se dibujaron, para mi, las coordenadas en las que se despliega la labor analítica.
Ausencia de fórmulas, palabras sin representación, ausencia de sí, exilio.
A la intemperie, don Marcos no hubiera sobrevivido a las inclemencias del tiempo, al frío y la nieve. Pero estar dentro no le impide, cuando escucha, estar fuera de ahí.
El no sabe que sabe topología: utiliza “lo cerrado (dentro) lo abierto (fuera) los intervalos (entre) la orientación (hacia, delante) la cercanía (cerca, contra) la inmersión (en)” , los puntos de frontera (adentro y afuera). Pero usa preposiciones que, sabemos, indican relaciones entre términos, entre palabras, y en el espacio.

¿Cómo estar ahí afuera (fort) y aquí dentro (da) al mismo tiempo? De un lado el mundo y del otro...también el mundo que se ha desdoblado en mundo que escucha y mundo escuchado. Para escucharse, el mundo necesita de sus oídos.
¿De quién son los oídos que escuchan? Tal vez, los oídos sean sólo ventanas por las que el mundo escucha al mundo.
Su cuerpo anciano está en la cama, pero él no está allí. Su atención es flotante en la montaña.
El cuerpo también sabe topología. Los ojos, los oídos, la boca y los esfínteres son bordes, ventanas entre adentro y afuera: a veces afuera es adentro y viceversa.

Sin dueño, los oídos reciben voces de las que no se apropian, hasta que por boca del analista se emite una nueva voz, que atrapa con una red agujereada, un deseo que se escabulle.
Cuando se escucha se está fuera...de sí. No ser, es (condición de) ser el analista para alguien, de olvidarse de sí, exiliarse de sí. Salida de los propios límites, liberarse de la impaciencia, saber esperar en silencio el momento propicio para interrumpirlo, para volver al silencio con un deseo que espera .
Una espera sin pensamiento, sin reflexión ni teorías.



daniel rubinsztejn
10/5/05